Tiburones y Superheroínas

Foto de Sergiu Vălenaș en Unsplash Texto: Susana Aragón Fernández

Cada quince días mi hija, mi yerno y mi nieta Martina vienen al pueblo a pasar el fin de semana con nosotros. No pensaba yo que iba a convertirme en una de esas abuelas que suspiran por esos momentos, que se pegan la semana pensando en qué plato prepararán e incluso congelan unas cuantas albóndigas y carrilleras guisadas para que puedan llevárselo a su casa. Es verdad, lo reconozco: estoy chochísima con esta chiquita. Cuando baja del coche y se echa a correr para venir a darnos un abrazo casi se me paraliza la respiración. ¡Quién me lo iba a decir! A fin de cuentas me he pegado casi toda mi vida entre niños, tizas, libros, pinturas y pizarras. Ya estaba acostumbrada a su presencia… Pero no sé lo que me pasa con Martina: es increíble la alegría que me da. Bueno y Nicolás, mi marido, está como yo o peor. Si fuera un poco más viejecito, se le caería la baba literalmente.

Durante la semana paso muchos ratos buscando juegos para Martina: juegos a los que jugaron su madre y su tío y que quedaron en el altillo de algún armario. Busco también libros infantiles que leyeron, imagino juegos, planeo disfraces con telas… todo para que ella disfrute. Por la noche siempre nos pide un cuento al que le sigue alguna pequeña conversación que la niña quiere alargar y alargar como para que ese momento nunca termine. A mí a esas alturas me entra un sueño terrible y le digo que al día siguiente daremos un paseo para seguir hablando de lo que tengamos entre manos.

En uno de estos paseos me cuenta que en clase están tratando el tema de “Las superheroínas”. Dice que son unas señoras que pueden atravesar las paredes, otras se vuelven invisibles cuando quieren, otras tienen un cuerpo elástico, como de plastilina o de goma, dice, y otras pueden mover las cosas con el pensamiento, sin tocarlas. Tienen superpoderes. Y me lo cuenta como si realmente existieran. Pero ¿dónde están estas señoras? ¿son de alguna película? ¿son de verdad o son inventadas?, le pregunto. Y ella me responde que no sabe, que igual son amigas o conocidas de Lidia, su maestra. Me lo cuenta porque le he preguntado, pero no la veo especialmente entusiasmada con el tema. Es entonces cuando a mí me ha entrado la curiosidad: ¿Y qué más estáis aprendiendo? Ella piensa un poco y me cuenta que antes de las superheroínas estudiaron “Los tiburones”. ¡Ah, respondo yo ¿te gustó aprender sobre los tiburones? “No, porque son muy grandes y tienen muchos dientes, unos encima de otros, muy feos, no me gustan, además yo quería hablar de “los huevos”: ¿te acuerdas que un día vimos unos huevos pequeñitos en un nido? Antes yo creía que todos los huevos eran igual de grandes, pero el abuelo me dijo que había pequeñitos, grandísimos y los que yo conozco, los de casa, que son de gallina. Entonces cuando Lidia preguntó sobre qué queríamos aprender yo dije “sobre los huevos”, pero ella antes había dicho “Los tiburones”, “Los volcanes”… y Gonzalo, un niño de clase, dijo “Los tiburones” y todos los demás también dijeron lo mismo porque si Gonzalo dice algo, todos le siguen. ¿Sabes qué, abuela? Que hay que decir cosas GRANDES, no sé si hay un concurso entre las maestras, pero eligen así. Igual es un concurso con premio al final. Fíjate: en clase de Mikel, mi vecino, están aprendiendo sobre el Titanic ¿lo conoces, abuela? Es un barco gigante y me dijo Mikel que se hundió Pues yo creo que su maestra se va a llevar el premio porque más grande no puede ser: en el pasillo han puesto un barco gigante y muñequitos al lado muy pequeños que son la gente. Abuela, seguro que después de los tiburones vamos a tener que aprender los volcanes. El año pasado aprendimos los piratas y los dinosaurios ¿Y los huevos? No interesan a nadie, pero muchos de clase no saben que del huevo nace un pollito y de cada huevo puede salir un animal, pequeño o grande, como me dijo el abuelo, una serpiente, un avestruz, hasta las hormigas… ¿Y los nombres de los árboles y las flores? ¿Y los ríos? ¿Y los alimentos?… nada, no ganarían el concurso. Bueno, que no sé si hay concurso, abuela, pero si lo hay igual les regalan un buen premio a las maestras, por eso todo tiene que ser GRANDE o raro o especial o llamativo. Así que nada de huevos, semillas, insectos…

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