¡Qué no daría yo!

Fotografía y texto: Susana Aragón Fernández

Hay algunos momentos vividos a los que me gustaría regresar alguna vez. Como si se tratara de puertos marítimos que siempre esperan la llegada de una nave, esos retales de historia. Regresar, revivir, volver a saborear con los ojos de ahora, más serenos, con la mirada amplificada, con la piel de ahora, más curtida y flexible.

Volver a vivir un día con nuestros hijos chiquitos, un día intenso con sus voces, sus juegos, su olor de vida recién estrenada. ¡Qué no daría yo por pasar un fin de semana preparando unos bocadillos para disfrutarlos en el campo con ellos o correr por la playa escapando de las olas frescas! ¡Qué no daría yo por un día en casa inventando juegos, creando casetas con los muebles y las mantas o las noches de cuentos e historias interminables antes de dormir!

Volver a vivir un día más lejano en compañía de la abuela Juanita, en su casa sin calefacción pero cálida por su presencia, calmada, un oasis donde descansar y sentirse mimada con desayuno de princesas, simple en sus elementos, pan y leche con colacao, y delicado en su presentación, en una bandejita de plata, seguramente parte de su ajuar. Sin muchas palabras. ¡Qué no daría yo por ese olor del pan tostándose en la carmela y el dulzor de la leche calentándose lentamente en la cazuela dejando una capita de nata en la superficie! ¡Qué no daría yo por la presencia callada de la abuela, por sus ojos cómplices, por su calma!

Estos dos puertos son los más queridos, los que desea el corazón, los que ya desaparecieron porque pasaron a formar parte del esqueleto que me sostiene, pegados a la piel, se fundieron en lo que soy y ya siempre están conmigo.

Pero, ahora que lo pienso…. ¿Quién sabe si en unos años no estaré añorando con la misma intensidad uno de estos días de hoy? Un sábado de un abril recién estrenado, con una nieve que llega por sorpresa a la ciudad, almorzando con una presencia callada, querida, paseando, contemplando la nieve en las murallas, en el monte cercano, atravesando el río; con todavía unos padres que van envejeciendo no muy lejos de aquí, ahora necesitados de compañía; con unos hijos que sobrevuelan estos cielos, disfrutando sus alas con la energía de sus venas repletas de amor; con unos cantos apasionados entre amigos ayer noche, resonando sonrientes hoy por la mañana… ¿Qué no daría yo por un momento como el de hoy?

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