
Hace muchos años que dejamos de vernos. Él acabó por instalarse en un lugar de la costa mediterránea y la vida siguió. Esta semana ha muerto su padre, a los 90 años y nos encontramos de nuevo, nos abrazamos y nos miramos a los ojos y aunque ha pasado el tiempo veo la misma cara, el mismo cuerpo enjuto y la novedad de una barba inesperada. Me dice que el otro día le pareció ver a mi madre con una señora y charlamos un poco. Luego conforme volvía a casa saboreando ese encuentro, contemplando el tiempo que pasa, en lo jóvenes que fuimos y en lo que me ha comentado. Y finalmente, pensando, pensando, descubro que ahora soy mayor de lo que era mi madre cuando éramos amigos, así que concluyo que seguramente a la que vio no fue a mi madre sino a mí, acompañando a mi madre. Y me digo ¡guau! ¡Es cierto que ya soy mayor que mi madre entonces!
Miro el periódico y encuentro la esquela de su padre. Estaba viudo. Él me ha dicho que llevaba diez años dependiente y que aprovechaba sus vacaciones para cuidarle y acompañarle. ¡Cómo habrá sido ese final, ese reencuentro padre-hijo! ¡Cómo habrá sido ese día a día de compañía, convivencia y pausada despedida! Me pregunto por la soledad de quien acompaña intensamente hasta que la otra persona desaparece. ¡Ojalá tu vida tenga alegría allá por tierras mediterráneas!
El mismo periódico me da una buena noticia: la pequeña Leire ha recibido un premio de redacción dentro del concurso “Gracias, profe”. Su cuerpecito delgado y lleno de energía, sus brazos y piernas inquietas, al ritmo de su entusiasmo y de su alegría de vivir, guarda en su interior un corazón grande, blandito y limpio, dispuesto a lanzarse a la aventura que se le presente. Ahora se le ha presentado el reto de agradecer a sus profes su labor, su dedicación, su estar ahí… y en este punto lo ha hecho con tanta dulzura y tanta inocencia que pellizca el corazón cansado y arrugado de los adultos que la escuchan: nos remueve recordándonos que podemos mirar la vida con transparencia, quitándonos todas las gafas que nos hemos ido poniendo: las que nos libran del sol, las que nos amplían o reducen la realidad, las que nos tiñen de ideologías varias, las que nos dejan una reserva o prejuicio… Con sus casi 10 años nos recuerda que podemos mirar quitándonos todos esos apaños que nos hemos ido poniendo, que podemos buscar el entusiasmo en las pequeñas cosas y agradecer cada persona, cada día, cada árbol, cada momento.
Así cuenta Leire en su poesía “¡Gracias profes!”

“Cuando empecé el cole estaba asustada
pero Sara ahí estaba
con sus abrazos de koala.
Siempre con una sonrisa en la cara
nunca se enfadaba
y sus clases eran una pasada.
Carlos mi profe de Science fue
la clase que más a gusto estudié
Con él la pirámide de alimentos memoricé.
Fina su voz sonaba
cuando contento estaba
y grave cuando se enfadaba.
Da igual a quién pongas primero
Sara, Carlos, Carlos, Sara
los mejores profesores del mundo entero.
Agus clase me iba a dar
pero la enfermedad no le iba a dejar.
Fue mi vecina durante un tiempo
y hablábamos en el confinamiento.
No me pude despedir
pero siempre estarás dentro de mí.
Si ayuda necesito
A Agus se la pido
Persona más buena no conocí
gracias por estar siempre ahí.
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