
Photo by bill wegener on Unsplash * Texto: Susana Aragón Fernández
¿Cafres? Sí, he dicho cafres, no cofres: cafres. Cafres, tal como lo entiendo, tiene que ver con la brutalidad, la crueldad, la ordinariez, la falta de sentimientos, la insensatez. Os pondré un ejemplo: conocí un niño que tenía una mosca por mascota. ¿Cómo consiguió que no se le escapara? Arrancándole las alas. Así se aseguraba de que el pobre bicho no se fuera de su lado y la metía en su bolsillo y la sacaba, como si fuera un juguete. La mosca sin sus alas no podía hacer nada por asegurarse su vida: no podía buscarse su alimento ni hacer otra cosa que esperar la muerte a merced de aquel niño. Solo podía aguantar medio axfisiada en el bolsillo, dolorida sin sus alas, respirar un poco cuando la sacaba porque el aire era ya su único sustento. Así hasta morir de hambre, sed y dolor. Mala suerte de caer en manos de un cafre.
También se puede ser cafre cogiendo un coche después de haber consumido drogas o alcohol y conducir a toda velocidad, como si la vida fuera un videojuego; atropellar a un joven que vuelve a su casa cansado tras su jornada de trabajo y con mil ilusiones por realizar. Con el golpe, lanzar su cuerpo más de 50 metros y continuar su camino sin detenerse a socorrerle. Acabar con una vida sin ser consciente de ello. Causar un terrible sufrimiento, un mal que le acompañará toda la vida: la mirada de la madre del chico muerto tan tontamente, tan injustamente, el dolor incrustado en los músculos de la cara de su padre, la desesperación de su hermana. Mala suerte encontrarse con un cafre a la vuelta del trabajo.
Cafres quienes disfrutan del dolor ajeno. La gente de clase haciendo risitas poniendo en el centro de las mismas siempre al mismo compañero, siempre a Oliver, amargándole el día, molestándole, pero tan sutilmente (no es un tortazo, no es algo violento…) que ni siquiera puede quejarse o pedir ayuda. Un día y otro, chistecitos y risitas y su nombre, Oliver. Y Oliver sin protestar por pertenecer al grupo, por no quedarse fuera. Aguantando. Mala suerte que los cafres te elijan para su diversión.
Muchos ejemplos de cafres cada día que explotan bombas de dolor totalmente evitables. Artefactos de cristales rotos que se clavan en los cuerpos y en las almas. Granadas de agonía. Explosiones amargas. Mundo gris de sangre y hielo. Mundo grotesco y desalmado.
¡No seáis cafres! ¡No seamos cafres! Hagamos el mundo mejor.
(* Los niños nos están mirando. Lo observan todo, lo aprenden todo. Muchas veces, con espanto)

Photo by Ye Jinghan on Unsplash
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