La casa no me pertenece, yo pertenezco a la casa

Fotografía y texto: Susana Aragón Fernández

Si abrimos un poco los ojos y los oídos podremos descubrir la sabiduría en frases o en pequeños gestos de quienes nos rodean. La sabiduría no llega con redoble de tambores ni gusta de grandes desfiles. Aparece, como quien no quiere la cosa, y ahí queda, cayendo como una semilla en la tierra: pequeña y humilde.

JJ vive en una casa de pueblo aunque en un entorno urbano. Vive en una casa superviviente al desarrollo urbanístico. Una casa que conserva su nombre (Casa Iñigo) como conservan su nombre tantas casas de otros pueblos (Casa Gaztelu, Iturri-Enea, Loizu, Errotaldea…). Sus muros sólidos guardan historias de quienes la habitaron antes y de quienes queda un halo que el tiempo no puede borrar. Entre sus recovecos permanecen los nombres, las aficiones y olores de viejas costumbres ligadas al campo y a los animales. Casa Iñigo huele a leña quemándose, a fuego, a uva fermentando, a jabón, a chorizos caseros, a membrillos y flores recién recogidas, huele a animales y huerta y a olorosas plantas de habas y tomates, huele a lavanda en los armarios.

Estas casas con nombre que permanecen en muchos pueblos han sido refugio de generaciones y generaciones y sus desvanes guardan tesoros en forma de viejos cuadernos recogiendo antiguas contabilidades de labradores, fotos con algunos rostros reconocibles y otros desconocidos, viejas herramientas, aperos campestres…

JJ ha vivido en Casa Iñigo con sus padres, tíos y hermanos. Luego con su madre, su tía, su mujer y sus hijos. Una casa que nada tiene que ver con la actual mentalidad de “familia nuclear”, donde solo tienen cabida en la convivencia progenitores e hijos. Una casa de brazos abiertos, creadora de vida y en total conexión con la tierra: sus cimientos son unas gruesas y robustas raíces que se hunden profundamente.

La casa no me pertenece, yo pertenezco a la casa”. Esto dice JJ y así lo vive, con esa sabiduría que da saber cuál es tu lugar. Con esa humildad: alejado de cualquier tentativa de apropiarse de nada. Porque sabe que él pasará, sus hijos pasarán, pero la casa permanecerá.

Lo mismo nos pasa con la tierra que pisamos, con el aire que respiramos, con el agua que necesitamos. “La Tierra no nos pertenece, pertenecemos a esta Tierra”.

Lo mismo con quienes nos rodean:

Vosotros no sois MIS hijos, yo soy vuestra madre

Tú no eres Mi pareja, sino que yo soy tu pareja

Tú no eres Mi hermano sino que yo soy tu hermana

Tú no eres MI amiga, sino que yo soy tu amiga

Vosotros no sois MIS alumnos, sino que yo soy vuestra maestra

Nada nos pertenece, pertenecemos.

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