
Photo by Constantinos Panagopoulos on Unsplash Texto: Susana Aragón Fernández
Cuando permites el desprecio y no te mancha
Cuando dices con gracia “no hay mal que por bien no venga”
Cuando los días rompen tus esquemas
Cuando regresas a casa entre sudores, cansancio y silbando
parece la perfecta alegría*
Cuando el cielo se llena de nubes
Cuando la tormenta te cae encima sin contemplaciones
Cuando la semilla plantada no quiere brotar
Cuando las alas no te llevan más allá
Y abrazas nubes, tormenta, semilla, alas…
se va pareciendo a la perfecta alegría
Cuando vives entre asfalto y añoras el olor de la tierra y el boj
Cuando cada persona es un regalo
Cuando admites el rechazo
Cuando te haces hermana de tus amigas, padre de tus padres,
hermano de tus vecinos, hija de tus tíos
madre de tus alumnos, sobrino de los tenderos de tu barrio
Cuando creas esa gran familia
parece la perfecta alegría
Cuando confías en Dios en la adversidad
Cuando crees que ni el odio ni la enfermedad tienen la última palabra
Cuando esperas como espera un niño en su día de cumpleaños:
un fuego fascinante
un lugar de amaneceres rosados, hermosos,
un río de aguas transparentes, con su melodía
un abrazo y un paseo
un momento silencioso
empieza a parecerse a la perfecta alegría
Cuando tus planes no siguen adelante, se desbaratan
Cuando ves que poco importa lo que lleva a la ira
Cuando respiras y cantas “nada te turbe” con aquella de Ávila
parece que vas camino de la perfecta alegría
*Inspirado en el capítulo VIII de Las Florecillas de San Francisco
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