Una madre en otras madres


Photo by Bermix Studio on Unsplash Texto: Susana Aragón Fernández

Si fuera una fruta, sería una manzana. Todo en ella recuerda a una manzana del campo, fresca y redondita. Su cuerpo está formándose y aunque de momento se podría decir que es regordetilla, no se sabe cómo evolucionará y cómo será de adulta. Sus ojos bien abiertos son ojos tiernos, ojos de cachorro. Preadolescente. Revuelta con el mundo y sobre todo consigo misma. Le ha faltado una madre y no lo oculta. A veces parece estar pidiendo un par de tortas y muchas veces, mil abrazos.

¿Dónde estás? ¿Por qué te fuiste? ¿Por qué me abandonaste? ¡Cuánto me hubiera gustado pronunciar esa palabra: mamá! Quizá no merezco ser querida por ti. Quizá querías otra hija. Mis compañeras sí que tienen una madre y hablan de ella, a veces incluso quejándose de ella. Y yo ahí me quedo, callada y como en un peldaño más abajo, como indigna de tener una madre.

En su imaginación sueña con el día en que se encuentra con ella y tiene la ocasión de preguntarle todo eso, el PORQUÉ de su ausencia. En clase escribe un cuento y curiosamente la protagonista es una niña abandonada por su madre. En unas cuantas frases todo termina en “la abandonó porque no la quería”. Con mucha ilusión le enseña el cuento a su maestra que le valora el trabajo y le cuestiona el final. “No sé, la vida muchas veces es complicada y a veces no se puede asumir el cuidado de un bebé por muchas razones. Quizá no sea un tema de querer o no querer, a veces es poder o no poder. Es difícil de entender. Pero hay gente que lo tiene realmente complicado en la vida”.

Después de eso cambié el final del cuento y la niña abandonada se encontraba con su madre, que le contaba que no pudo atenderle, le pedía perdón, se perdonaban, lloraban. Leí el cuento para todos los compañeros y al final aplaudieron. Me sentí muy bien, como entendida, aunque igual muchos ni se habían enterado.

Luego quería contarle muchas cosas a la maestra: es como si de repente se hubiera convertido en mi madre. Le conté la próxima boda del tío Antón y cómo le estoy enseñando modales a mi padre porque es un poco zafio y para ese día tiene que conocer esas maneras que nos enseñan en el comedor del cole: limpiarse de forma fina con la servilleta, no apoyar los codos en la mesa, no hacer ruidos al comer ni hablar con la boca llena… Le conté que a la boda solo van a ir los mayores porque por la pandemia no vamos a poder ir sobrinos y amigos. Y ya luego le pregunté lo que tenía tantas ganas de preguntarle: qué pasa cuando te llega “eso”, no sabía ni cómo llamarle ¿La regla? ella enseguida lo entendió y me contó muchas cosas que me hicieron tranquilizarme y sobre todo saber que puedo encontrar una madre en otras personas, como en la maestra, o en la tía, o en la abuela, o en la novia de mi padre. Respiré contenta y me fui a jugar con las compañeras.


Photo by Shari Sirotnak on Unsplash

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