
Photo by Gianandrea Villa on Unsplash Texto: Susana Aragón Fernández
Esta temporada parece que la Tierra ha echado el freno de mano al ritmo que llevamos y ese echar el freno es un cuchillo que elimina la cáscara, los restos de hojas, incluso la piel más fina que nos recubre y nos deja al desnudo: ¡esto es lo que hay! Unas patatas recién peladas y preparadas para dar de comer a alguien.
El tiempo es más largo. Los encuentros más reducidos. Los abuelos añoran a los que se les fueron y a los que no se les fueron y están todavía, pero apenas ven, inalcanzables. Lejos los abrazos, los bailes y las caras expresivas. Sin trabajos que realizar, sin obligaciones, sin reuniones de amigos, sin reuniones familiares… la ilusión de las Navidades es un gran interrogante.
Y mientras tanto los niños lanzan sus linternas de deseos al aire. Con sus ojos brillantes sueñan con el fin del coronavirus, el fin del hambre en el mundo y la paz mundial. Y uno rubito y despistado, como en su mundo, sueña con viajar en una estrella fugaz.

Photo by Nick Owuor (astro.nic.visuals) on Unsplash
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