
Photo by Simon Matzinger on Unsplash
Texto: Susana Aragón Fernández
Cariño mío:
Ya desde que eras bien chiquito
Me acostumbré a pintar de colores los amaneceres para que tú los admiraras y sonrieras
Me acostumbré a rodearte de música: la de las olas del mar, la de los pájaros y la del viento
Me acostumbré a perfumarte cada día con el olor de la tierra y el de las flores
Me acostumbré a llenar tu despensa de frutas frescas que aliviaran tu hambre y tu sed
Me acostumbré a colocar bajo tus pies la hierba, la arena y las piedras
Y te soñé libre. Te soñé feliz
Te soñé trabajando y sudando en medio del campo
Te soñé amando y abrazando
Te soñé bailando en las noches alrededor de la hoguera
Te soñé cuidando las plantas, los animales
y sobre todo, cuidando a quienes te regalé.
Pasaron los años y te pregunto: ¿adónde vas, calamidad?
Ya no miras al cielo para admirar lo que cada amanecer y cada atardecer pinto para ti
Vas corriendo a todas partes y se te pasan los días sin descanso
Te pierdes la niñez de tus hijos persiguiendo sombras
Te molestan tus mayores hasta que los pierdes y descubres su valor
Te enseñé que eres grande y pequeño a la vez, y olvidas la segunda parte
Me duele ver cómo te has convertido en un consumidor
Todo lo que ves, lo quieres comprar
Comprar, usar y tirar
Comprar, usar y tirar
y vuelta a empezar
¿adónde vas, calamidad?
Acuérdate de cómo te soñé
Acuérdate de abrir los regalos que te preparo,
Como cuando eras pequeño y los abrías expectante y admirado
Con los ojos bien abiertos, llenos de brillo e ilusión
¡Acuérdate de mí, pequeña calamidad!
Firmado: Tu madre, la Tierra
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