
A veces vuelves a los lugares de la niñez después de muchos años y los encuentras pequeños, entrañables pero pequeños, mucho más pequeños de lo que recuerdas. El colegio Regina Pacis de Burlada, las Capuchinas, es uno de estos lugares: el patio de jugar al balón prisionero, a la cadeneta, el patio de bailar la música que la hermana Lourdes nos regalaba desde la megafonía en muchos recreos… La huerta del señor Juan y de su inseparable perro, desaparecida con el tiempo, lo mismo que la casita del Jardín de Infancia… Sí queda el gran pino (¿será secuoya?), pero ya fuera del colegio, incorporado al pueblo.
Vuelves y te preguntas qué habrá sido de la hermana Paula, la hermana Teodosia, la hermana Dolores, la señorita Paquita, la hermana Margarita, el profesor de plástica Josetxo Santos, el profesor de educación física Jaso, la hermana Iluminada, la hermana Miguela, la hermana Carmen…
Encuentras algunas caras conocidas que permanecen con el paso del tiempo: la señorita Charo y la señoríta Esther, que, a pesar de los días, los meses, los años pasados dedicados a la enseñanza, mantienen el brillo de la ilusión en sus caras, en su sonrisa y en cómo se vuelcan en educar a los niños que cada curso les van llegando.
Hay dos pilares que han dejado un hueco grande: la muerte de la hermana Margarita Arana, a principios de este mes de noviembre y hace un poco más de tiempo, la muerte de la hermana Paula Barragán.
La Hermana Margarita, nuestra hermana Margarita… aquel torbellino de saber que llegaba a clase como un volcán en ebullición lanzando vidas de novelistas, historias de poetas, argumentos de novelas, gramática y recursos estilísticos que caían sobre nosotras, sus alumnas, llenándonos de curiosidad y de la sensación de que, a pesar de no tener más de 12 años, nos convertía en auténticas universitarias de las que esperaba todo: confiaba en que pudiéramos coger apuntes en medio de su ritmo frenético, confiaba en que nos íbamos a inventar una bonita historia para la redacción del fin de semana, confiaba en que éramos capaces de eso y de mucho más. La hermana Margarita, de dentadura imperfecta, con algún colmillo fuera de sitio que la hacía más graciosa, la filóloga, apasionada e inteligente que nos hacía mayores, capaces, poderosas… Muchas de sus alumnas de entonces hemos comentado con el paso de los años que con lo que aprendimos con ella respecto a lingüística, hemos vivido tranquilas el resto de los cursos que vinieron porque sembró una buena base que nos ayudó a entender el lenguaje, a saber utilizarlo y a quererlo. En su sonrisa guardaba una parte de travesura y de luz de la niña que fue y que no conocimos allá en su Ecala (Navarra) natal. Esa sonrisa nos acompañaba y nos convencía de que podíamos convertirnos tranquilamente en novelistas, poetas… que luego ya se encargaría ella de revelar a las siguientes generaciones. DEP, hermana Margarita.
La Hermana Paula pertenece a los primeros años, a la niñez más remota: se encargaba de los niños del Jardín de Infancia, de 2 y 3 años. Su rostro se pierde en el tiempo, pero los ojos del corazón saben que era un rostro amable, paciente, lleno de cariño. La hermana Paula era bueníííííísima. Que, ¿cómo puedo saberlo si sólo estuve con ella cuando tenía tan poca edad? Lo sé, desde siempre y nunca la he olvidado. Ella transmitía dulzura y bondad y admitía con calma si algún niño tenía algún escape de pis o cualquier otra situación que a otras personas alteraría. La hermana Paula estaba ahí, con nosotros, podíamos contar con ella. Si ella estaba, estábamos seguros, podíamos jugar tranquilos, que nada malo nos pasaría. En su clase había calor y bondad. Un buen comienzo para confiar en los primeros pasos que dábamos más allá de nuestras familias. DEP, hermana Paula.
Sin la hermana Paula y sin la hermana Margarita, el colegio no sólo es más pequeño sino que está más vacío. Más vale que otras personas mantienen la ilusión y las ganas de transmitir buenos valores a través de la educación. Gracias a todos los que se dedican a la enseñanza y ponen alma, corazón y vida en cada día.
Han pasado unos años desde que escribí esto, sí, y ya se publicó en su momento, pero me apetecía que ellas tuvieran un lugar en este blog que voy tejiendo poco a poco.
Publicado en la prensa navarra Diario de Navarra (02/12/2013) y Diario de Noticias (diciembre de 2013).
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Qué belleza de reconocimiento y de homenaje póstumo y de Susana!
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¡Muchas gracias! Cuando lo estás viviendo no te das cuenta del bien que te hacen algunas personas y con la distancia de los años, miras hacia atrás y lo reconoces. Se merecen esto y, ¡claro!, muchísimo más. Gracias por tu comentario. Un abrazo.
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[…] la alegría y el entusiasmo de la hermana Lourdes […]
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La hermana Paula fue el cariño, el calor, la confianza, la tranquilidad y la paciencia. La hermana Margarita fue la pasión, la creatividad, el esfuerzo, la literatura, el arrebato. Y faltaba la hermana Lourdes: su alegría desbordante, tanto que necesitaba trasladarla a todas nosotras en nuestros recreos. llenándolos de música y baile.
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