Una flauta de caña

Photo by Andre Iv on Unsplash 
Texto: Susana Aragón Fernández

Vas a tener que ir a urgencias, a ver qué te dicen”. La médico de cabecera así lo decidió a la vista de algunos  síntomas de salud (o de falta de ella). Y así fue que tras horas de observación y pruebas se quedó ingresado.

Los días en el Hospital pasan despacio. El tiempo se endulza con la compañía de su mujer, sus hijos y sus hermanos. También son chispas de alegría las visitas de los familiares y amigos más cercanos. Se deja cuidar. Se deja querer y aprovecha para leer y rezar.

Le dan de alta, pendiente de una operación para eliminar ese tumor que causó la preocupación de su médico. Y vuelve a casa alegre de respirar el aire de la primavera y de reencontrarse con los pájaros que cantan por toda la ciudad.

Ha hecho balance. Ya se jubiló hace unos años. Quedó atrás toda su dedicación laboral al Ayuntamiento. Su vida se resume en una buena vida familiar, llena de cariño: su mujer, sus hijos, sus nietos y sus amistades. Una vida que va siendo cada vez más espiritual. Si fuera un árbol, en las ramas, las hojas y los frutos veríamos los rostros de esos niños que corretean por su casa los miércoles por la tarde y muchos fines de semana, junto con los hijos ya adultos, su mujer y la buena colección de hermanos y amigos. Esto es lo que ahora se ve, pero él nunca olvida a todos aquellos que estuvieron en su infancia y juventud y que ahora no están. Éstos estarían en las raíces de ese árbol robusto y lozano. Aquellos abuelos con quienes pasaban los largos veranos en el pueblo y que lloraban cuando llegaba el día de despedirles: esas escenas grabadas de tanta emoción, yéndose del pueblo, diciéndoles adiós desde la ventanilla, llorando también. Sus padres, sus tíos, primos…  Y en la raíz última y primera: Dios.

Este árbol está frondoso y en paz con la vida, como él, que dice que, pase lo que pase, él está “CONFORME”. Lo mismo si ha de quedarse por aquí más tiempo, como si le llega la hora de irse ya. Su mujer, detrás, con complicidad nos dice con un gesto y sin que él lo vea, que ella “no” está conforme, o sea, que quiere tenerlo en su compañía por más tiempo. Y es entonces cuando los dos empiezan a vestir de verde, como cuando su nieto tuvo que ser operado de corazón al poco tiempo de nacer. El verde que espera, el verde que sueña.

Llegó el día de la operación y su nieto Íñigo, al empezar el día en el colegio, en la clase de tercero de Educación Infantil, pidió a la maestra “un padrenuestro” porque operaban a su abuelo. Y toda la clase, de buen grado, recitó esa oración y rezó por el abuelo del compañero. Todo muy sencillo y muy tierno. Tan tierno que, cuando llegó a oídos del abuelo, éste no podía dejar de emocionarse.

Vuelven los días de Hospital: la operación y la recuperación posterior. Sigue CONFORME con la vida. Coincide con el mejor compañero de habitación posible: Ángel, don Ángel, como diría su suegra, viejo amigo de la familia que ya pasa de los 80 y es una fruta de mucho dulzor. Conversan, recitan, cantan, rezan… y agradecen los cuidados que reciben. Todo lo agradecen.

A Ángel le dan el alta y llega un nuevo compañero de habitación. Todavía tiene que quedarse un tiempo más de recuperación de la operación. En una de las visitas comparte con nosotros esta oración de Rabindranath Tagore, que refleja su forma de estar en el mundo: “Déjame sólo hacer recta mi vida y sencilla, como una flauta de caña, para que tú la llenes de música”.

MY SONG HAS PUT OFF HER ADORNMENTS

My song has put off her adornments. She has no pride of dress and decoration. Ornaments would mar our union; they would come between thee and me; their jingling would drown thy whispers.

My poet’s vanity dies in shame before thy sight. O master poet, I have sat down at thy feet. Only let me make my life simple and straight, like a flute of reed for thee to fill with music.

Versión en inglés (1913) de Rabindranath Tagore.

MI CANCIÓN, SIN EL ORGULLO DE SU TRAJE…

Mi canción, sin el orgullo de su traje, se ha quitado sus galas para ti. Porque ellas estorbarían nuestra unión, y su campanilleo ahogaría nuestros suspiros.

Mi vanidad de poeta muere de vergüenza ante ti, Señor, poeta mío. Aquí me tienes sentado a tus pies. Déjame sólo hacer recta mi vida y sencilla, como una flauta de caña, para que tú la llenes de música.

Gitanjali (Ofrenda lírica). Traducción de Zenobia Camprubí y Juan Ramón Jiménez.

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2 comentarios

    • Y tanto, Karmele. Resulta tan poco habitual esto de «Conforme», que cuando lo ves cerca, y con esa paz, sorprende, impresiona, atrae y te hace preguntarse por cómo ha llegado a ese punto… ¡Gracias por comentar, Karmeliña! Un abrazo

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