El latido del Moncayo

Fotografías y texto: Susana Aragón Fernández

Vamos subiendo la colina que lleva a la Virgen del Romero

Los arcos vigilantes de la gran extensión de la Ribera nos preguntan por ti

Rabia porque no estás aquí, por las cigüeñas que no contemplas, por la gabardina colgada para siempre en un perchero, por el viaje que no haremos, por las risas perdidas

Rabia porque no estás, porque a veces eres alguien que compra en el mercado y al darse la vuelta ya no eres tú

Rabia porque falta tu aroma y tu corazón grande, por la soledad de ella, por el inmenso dolor, por las pestañas chocando en los párpados

Rabia, rabia, rabia porque el tiempo sigue y no hay marcha atrás ni posibilidad de rectificar

Rabia por esa amistad dulce y amarga, como un café, por ese tren que avanza recorriendo la inmensa llanura

El sol es el mismo de ayer, sol de diciembre

A lo lejos, las cumbres nevadas de los Pirineos

Algo más cercano, imponente, el Moncayo

El Moncayo, reinando con su calma y su latido

Suenan tambores de tierra y sal: el sonido de tu latido es el latido del gran monte

Los estorninos, sobrecogidos, detienen su vuelo multitudinario

y lo escuchan descansando en los cables de electricidad que recorren los campos

Tu latido y el latido del Moncayo

Éstos sí, se quedan con nosotros.

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