La mejor aventura

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Photo by Jon Toney on Unsplash

Texto: Susana Aragón Fernández

Tengo 87 años y ya puedo decir que soy como un tren de largo recorrido. El otro día les contaba a mis nietos “La mejor aventura”: la mejor aventura es la de Tajonar. Éramos muy jóvenes y trabajábamos mi hermano y yo con nuestro padre haciendo carreteras. Donde había caminos muy rudimentarios entre los pueblos, pistas llenas de piedras o caminos estrechos, los íbamos convirtiendo en carreteras muy trabajosamente.

Mi nieto me preguntaba si barrenábamos porque de siempre le han gustado mucho los cohetes, petardos, tracas y todo lo que explota. Y, ¡claro que barrenábamos! Teníamos que cavar un buen agujero en la tierra donde se ponía un cartucho. De esto se encargaba nuestro padre porque era algo bastante peligroso. Cuando el cartucho explotaba entonces quedaba un buen hueco en el fondo y ahí se metía la dinamita. Ya digo, en esas operaciones sólo intervenía nuestro padre, que se llamaba Telesforo, pero no le llamaba nadie Telesforo porque él siempre fue “el Señor Ilárraz”. Donde quiera que iba era el Señor Ilárraz.

Nosotros cavábamos, transportábamos tierra, traíamos y llevábamos material… un trabajo muy físico y concienzudo que nos obligaba a estar por temporadas en los pueblos donde trabajábamos y allí vivíamos de patrona. Hace unos cuantos años de aquello y suelo decir a mis nietos que la mejor manera de valorar la comida es estar de patrona en tiempos de posguerra.

Recorrimos muchos pueblos de Navarra y alrededores haciendo carreteras. La familia iba creciendo durante esa temporada. En el Condado de Treviño nacieron las hermanas pequeñas. Mila y Floren.

Vinimos del Condado de Treviño a Tajonar para hacer la carretera del Valle de Aranguren. La carretera de Pamplona a Tajonar ya estaba hecha y nosotros hicimos la carretera de Tajonar a Aranguren. Tajonar, Zolina, Labiano, Góngora y Aranguren. Luego, de Aranguren en adelante, hasta Badostáin algún otro la hizo. Nosotros hasta Aranguren.

Vivimos en Tajonar unos tres años. Al principio llegamos nosotros y enseguida llegaron mi madre y mis hermanas. Éstas, como eran pequeñas, iban a la escuela del pueblo mientras nosotros seguíamos con la carretera.

En el pueblo había una familia que nos tenía mucho aprecio: la familia del señor José, que vivía en la casa de al lado. Mi padre charlaba mucho con él y se prestaban herramientas o se ayudaban en lo que fuera. Lo mismo la mujer del señor José, la señora Filo, con mi madre. Se tenían aprecio y sabían que podían contar la una con la otra. Si uno de los hijos enfermaba, se contaban remedios o se ayudaban si se les hacía falta algo de sal o harina.

Llegó el día en que terminamos la carretera que unía esos pueblos y mis padres decidieron trasladarse a vivir a Burlada. Enterados los vecinos de Tajonar de nuestro próximo traslado, el señor José, insistió e insistió en ayudarnos a trasladar las pocas cosas que teníamos y nos ofreció su galera. Cuando ahora digo galera, todos piensan en un barco, pero entonces le llamábamos galera a una especie de carro tirado por caballos. Él tenía aquella galera para los trabajos del campo y para él era su mejor tesoro. ¡Qué ilusión le hacía ofrecernos su galera y poder acompañarnos!

Así que metimos nuestros trastos en la galera del señor José y esos pocos kilómetros que separan Tajonar de Burlada fueron nuestra mejor aventura. La galera olía a hierba y a caballos y en ella íbamos todos: mis padres delante con el señor José que la conducía. Nosotros, los cuatro hermanos, detrás. Era un día de agosto, con mucha luz. Mi hermana Mila bromeaba y se reía sentada en una de las jaulas de las gallinas. Mi hermana Floren abrazaba la muñeca de trapo que le había hecho mi madre y reía también. Mi hermano y yo llevábamos los tirabiques* en los bolsillos y de vez en cuando nos retábamos a hacer puntería con algún pájaro.

Antes de salir, la señora Filo nos regaló una onza de chocolate a cada uno, con un trozo de pan para el camino y cuando llevábamos un rato ya en la galera, nos lo comimos y disfrutamos de aquel almuerzo como una de las mejores comidas de nuestra vida.

Así llegamos de Tajonar a Burlada, a la calle de Joaquín Azcárate, que antes se llamaba calle Mártires de la Patria. Esta fue nuestra gran aventura. No llevábamos muchas cosas y sí mucha alegría e ilusión por lo que estábamos viviendo, mucha curiosidad por lo que nos encontraríamos en la nueva situación y un sentimiento intenso de unión entre nosotros: todos en la galera dejándonos llevar confiados por la decisión de nuestros padres.

Toda nuestra vida iba en aquel pequeño espacio. Hoy me doy cuenta de que ahí iba todo lo que realmente importa: los lazos familiares, la confianza, la fe, la amistad de aquella familia amiga, la ilusión por la vida, la complicidad y la risa, la esperanza, esos trozos de chocolate, el cariño, la generosidad entre amigos y vecinos.

Ligeros de equipaje y llenos de lo que realmente importa, así fue nuestra mejor aventura.

*RAE:2ª acepción de galera: carro grande de cuatro ruedas para transportar personas, ordinariamente con cubierta o toldo de lienzo fuerte.
*Tirabiques: tirachinas

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 Photo by Randy Fath on Unsplash

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