Fotografías y texto: Susana Aragón Fernández

Las horas del enfermo y del preso pasan lentas, muy muy lentas. Días interminables

El paisaje que rodea a quien su amor, su compañero, su hijo… se suicidó, es un paisaje lunar, pura desolación. Una bala de hielo clavada en el corazón.

El tiempo del que no tiene trabajo ni techo es una eternidad, es soledad que escuece. Soledad en medio de la gente.

Los días del que va corriendo a todas partes se escurren como la arena entre las manos. Y pasan los años sin enterarse de la vida y de la belleza. Esperaba tener tiempo para jugar con sus hijos y llega un día a casa y ellos ya se han hecho mayores, ellos ya han volado.

Las escenas de la vida del que tiene mil compromisos pasan tan rápido como los campos y las ciudades vistas desde el tren de alta velocidad. No está ciego, pero como si lo estuviera para apreciar tantas cosas pequeñas y bellas.

Y, sin embargo, para todos hoy luce el sol en pleno invierno. La nieve blanquea los montes que rodean la ciudad convirtiéndola en una estampa de paz y armonía.

Para todos brotan las semillas. Todas las semillas llenas de vida que esperan su momento para explotar con toda la fuerza para alzarse al sol y llenar la tierra.

Para todos son los amaneceres y atardeceres coloridos. Todos distintos, todos envolviendo los pueblos y ciudades y sólo al alcance de quienes levantan sus ojos del asfalto.

Para todos, el sabor refrescante y dulce de las frutas. Las frutas, mundo de sabor y de color, milagro de los árboles.

Para todos, la oportunidad de escuchar el canto de los pájaros y la risa de los niños. La oportunidad de abrazar al que está a tu lado. La oportunidad de soñar con historias y poemas.

Para todos… la oportunidad de amar.

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