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Texto: Susana Aragón Fernández
Aunque su cuerpo ya es más grande que tu propio cuerpo, su corazón sigue siendo tierno y necesita de ti:
A veces para remolonear en la cama y volver a ser el niño que quiere quedarse durmiendo en vez de ir al colegio y al que sigues la corriente “¡qué a gusto nos quedaríamos todos durmiendo, sin ir al colegio ni al trabajo, hala, hoy nos quedamos!”, sabiendo los dos que en un minuto estáis en marcha, siguiendo las rutinas habituales.
A veces para marcar su territorio, separándolo del tuyo: para ponerte en tu sitio, apartándote de él, incluso con malas formas, guardando silencio y reservándose muchas cosas de su vida que antes compartía contigo. Esto, aún sin proponérselo, es una invitación a retomar tu vida, la vida que quedó un tanto aparcada cuando te volcaste en criarlo.
A veces para aprovechar la total confianza para sacar, en forma de mal genio, las frustraciones, las impotencias y la incertidumbre que le pesan. Sabes que no queda otra opción que mantener la paciencia con ese dicho de que “Donde hay confianza…”
A veces para recoger su miedo en la noche: el mundo se le presenta como “conquistable”, un campo abierto que le invita a descubrir y al que se lanza a veces a pecho abierto y otras veces le resulta incomprensible y cruel y le encoje haciéndole ir agachado y temeroso como si caminara por un campo de minas.
A veces para abrazar el dolor que le ha despertado, abrazarlo en silencio, apreciando ese momento, sabiendo que quedan pocos de esos abrazos y que tienen la magia de ayudar a recuperar la paz y el sueño.
Cuando, por la mañana, tras esa noche de dolor, él aparece por la cocina mientras preparas almuerzos y desayunos y escuchas “eres buena, mamá”, ya nada de lo que pase en ese día va a apagar tu alegría, la felicidad de vivir. Ningún rencor, ningún sinsabor de otras cosas no tan gustosas que también te ha llegado a decir en algún momento de tensión, ningún disgusto en tu trabajo, ningún desprecio sentido… ninguna nube podrá nublar ese día el sol.
Foto: Antonio Lainez
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[…] Ni una nube bajo el sol […]
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¡Qué buena eres, Susana! Sabes recoger cada matiz, cada palabra que no se dice, cada momento importante… Cada línea de este post me ha llegado al fondo del corazón. Hoy empezamos sin nubes bajo el sol. Un abrazo fuerte!!
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¡Gracias por tu comentario tan animoso, Arantza! Espero que hayas tenido una semana sin nubes bajo el sol y que el fin de semana también sea ocasión para descubrir esos momenticos que dan sabor a la vida. Un abrazo.
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