Fotografía 1, 3 y texto: Susana Aragón Fernández
Fotografía 2: Conor Rees
El sur. Ola de calor en el sur. Al borde del mar los aromas intensos de las plantas hacen comprender el adjetivo “embriagador”. Es vuestro primer viaje por Andalucía y a la llegada el aire con su calor os asusta por su intensidad. En vuestro pequeño alojamiento descubres un insecto boca arriba, tamaño tropical… que el encargado resuelve echándolo a patadas y estrujándolo de un pisotón en el porche. Sólo tú has visto ese pequeño detalle y decides callar ante el resto de la familia. Al día siguiente ves otro de esos insectos, quizá hermano del del día anterior y eres tú quien se encarga del pisotón y de nuevo evitas comentar nada por no crear tensión. Sois habitantes de la ciudad y lo que os rodea es Naturaleza pura: una duna y una playa interminables, un mar transparente lleno de peces de distintos tamaños entre los que nadáis felices, unas noches estrelladas y el ritmo lento de unas vacaciones sin demasiadas pretensiones turísticas.
Ese día, cuando ya había anochecido, volvíais a casa y al entrar os encontráis en la pared… ¿qué es eso?, ¿una lagartija?, ¿una salamandra?, ¿una mezcla de ambas?. Esta vez todos la habéis visto y empieza la batalla para hacerla salir. A la primera espantada con un trapo, el pequeño reptil, con una agilidad impresionante, busca rápidamente un refugio dejándoos una impresión de inutilidad grande en eso de despacharla. En ese mismo momento os dais cuenta de que no va a ser tarea fácil. ¿Qué vas a hacer, tú, precisamente, que te toca dormir justo en la estancia donde se ha quedado el animal?, ¿tú, que no toleras la presencia de un simple mosquito allá donde vas a dormir vas a poder conciliar el sueño sabiendo que ella está por ahí? ¿sabiendo que puede acercarse a ti en mitad de la noche y tú no darte ni cuenta?… ¿Qué puedes hacer? Esta es una de las circunstancias que puede arruinar unas vacaciones en paz.
Te acuerdas de aquel Francesco que llamaba “hermanos” a todos los animales y te preguntas si las lagartijas en casa también estarían incluidas. Pensando un poco sobre ello y ante la impotencia de la situación sabes que si los lobos estaban incluidos en esa categoría (hermano lobo), las lagartijas también. Te calmas y buscas en esa sabiduría una manera de afrontarlo. Con todo, intentas conseguir tu objetivo de eliminar cualquier bicho, por hermano que sea, del lugar donde vas a dormir y buscas en los foros de internet “cómo sacar de casa una lagartija”. Entre los comentarios que encuentras descubres que las lagartijas se comen los insectos, que las lagartijas no son perjudiciales para las personas aunque provoquen rechazo y hasta hay quien se alegra de tener uno de estos huéspedes en casa, como si de repente tuviera una mascota que le libra de los mosquitos, arañas, etc, lo mismo que el gato le libraría de los ratones.
Pues nada, la hermana lagartija se queda con vosotros y duerme en tu misma estancia. Y por el tiempo que quiera. La has aceptado y puedes disfrutar de todo lo que te ofrece ese tiempo de vacaciones. Consigues descansar después de haberla aceptado. No vuelves a verla hasta otro día en que aparece por el dormitorio donde duermen tus hijos. Decides no decir nada para tener la fiesta en paz. Incluida la lagartija. Hermana lagartija.
Para conocer a Francesco de Asis:
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