
Foto de Glen Hodson en Unsplash Texto: Susana Aragón Fernández
De qué me sirve atender y acompañar si permito que la queja enturbie ese cuidado: que si este desorden, que si hay poca ensalada, que qué hace la ropa dispersa por sillas, camas y cualquier lugar…
De qué me sirve situarme en un peldaño por encima para decir cómo has de organizarte, qué has de hacer para mejorar tu vida (quién soy yo para eso), cómo encontrarías mejor las cosas por la casa…
De qué me sirve poner toda la energía en el hacer y más hacer si no escucho tus sueños todavía latentes, esas brasas que esperan hacerse hoguera…
De qué me sirve todo si no veo que tus alas no se resignan a considerar el presente como un callejón sin salida porque aún ves un posible vuelo, más rasante, pero vuelo.
Mírame, escúchame, fíjate en estas alas que añoran el viento, la ligereza, fíjate en esta brasa que quiere dejar explotar su calor, su fuerza y ayúdame a alzar el vuelo, a hacerme hoguera.
Todo lo demás no importa, de qué te sirve, de qué me sirve.
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