
Foto de Ashin K Suresh en Unsplash Texto: Susana Aragón Fernández
El olor de la propia niñez pegado en la piel
la vista de las huertas convertida en tuétano de los huesos
las tardes de patio de colegio en las huellas dactilares
la falta de la noción de tiempo, ¡bendita falta!
la sorpresa: que venga lo que tenga que venir
la soledad más acompañada con aroma de pan tostado
Las golondrinas al otro lado del cristal
“se vende espárrago”
La música alegrando siempre, abriendo las compuertas del baile
tu niñez, la mía, la de mis padres, la de nuestros hijos
se quedan pegadas creando en el alma una fortaleza
que guarda y protege,
con ladrillos hechos de haber sido valiosos para alguien
haber sido el tesoro de alguien
Y avanzamos entre el cierzo, en los precipicios
diciendo adiós tantas veces, enterrando tardes de otoño
y montañas recorridas, rostros queridos que nos sonrieron,
plantando semillas nuevas, diminutas
abriendo nuevas páginas, descubriendo nuevos parajes
con la fuerza de ser el tesoro de alguien
el tesoro de Alguien

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