
El capítulo 7 del libro de Avelino* se titula “¿Qué es la gloria?” y ahí cuenta con mucha gracia las “adaptaciones” que las ingeniosas gentes de su querido pueblo soriano, Valdegeña, hacían de los rezos tradicionales, buscando la chispa y el humor en unos tiempos muy diferentes de los actuales. Termina contando el episodio en que el cura les preguntaba el catecismo (se lo aprendían de memoria) y cuando llegaba a la pregunta ¿qué es la gloria?, ellos contestaban “dormir con la novia”.
A unos kilómetros de allí, en otro pequeño pueblo de Navarra, Vidaurre, curiosamente resuena hace años la misma pregunta. Y nuestro querido amigo Miguel, niño entonces, escolano, acostumbrado a escuchar a su padre volviendo hambriento del duro trabajo en el campo y comiendo con auténtico placer esas berzas de su huerto cocinadas con patatas y el refrito de ajos que preparaba divinamente Jesusa, su madre “¡¡esto es gloria bendita!!”, relamiéndose con tan sencillo plato, cuando escuchó a la maestra preguntándole ¿qué es la gloria?, él estaba seguro de la respuesta y ahora no puede acabar la narración porque se ahoga por la risa y finalmente consigue contarnos: “¿qué es la gloria?: berza con patatas”y todos nos contagiamos de esa risa tan sencilla y tan espontánea.
Hoy por estas tierras mediterráneas veo que la gloria es ver el mar, olerlo, bañarse entre sus aguas, descubrir sus peces y nadar a su compás.
La gloria es bailar como las algas al ritmo de las corrientes.
Es dejar descansar los ojos en este horizonte, abierto a más no poder.
Es admirar la fuerza y la generosidad de estas montañas resecas, conformes con su sed, que sorprenden dando vida a mil flores que nacen de lo que parecían vientres estériles.
Gloria es que, a pesar de los pesares, estés a mi lado.
* «Una vez había un pueblo«, de Avelino Hernández, Soria Edita 2004

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La anécdota de la berza con patatas me recuerda a cuando yo era pequeño y una vez en la Magdalena dije:»Quero a tentatión». Mi abuela y mis tías no me entendieron y empezaron a sacar pastas, chocolate, caramelos… pero yo no quería nada de eso, quería «A tentatión». Y todos se quedaron con la duda, hasta que un día vieron a mi padre comer cacahuetes y decir «esto es la tentación»
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¡Qué gracia, Dani! La verdad que el mundo de nuestras infancias está lleno de curiosidades bien divertidas. ¡Qué risa imaginar a los adultos intentando complacerte y no conseguirlo hasta que se dio la ocasión! Gracias por compartirla. Un abrazo.
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El escolano, que se llevó un cachetazo (suave) por su espontánea respuesta en la clase de catequesis, sigue ahogándose de la risa cuando rememora esa anécdota de la escuela rural de su pueblo.
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Es un anécdota genial, Miguel. No recordaba el cachetazo suave. Estoy deseando que haya alguien que no la conozca para que la puedas contar y volver a reírnos como sinsorgos, jeje. ¡Qué bonito suena eso de escuela rural!
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