Cómo aprendí a mentir

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Photo by Carissa Gan on Unsplash

Texto: Susana Aragón Fernández

Mi maestra lleva unos días dale que dale con esto de los alimentos. Dice que tenemos que comer de forma sana: cinco piezas de fruta o verdura al día, carne, pescado, legumbres… y este fin de semana, en vez de mandarnos de tarea algo como siempre (escribir en alguna ficha o hacer alguna suma o resta de matemáticas) esta vez nos ha mandado apuntar todo lo que comemos este fin de semana.

Ella dice que para desayunar tenemos que comer fruta, cereales y leche por lo menos. Yo nunca desayuno todo lo que ella dice, bueno ni yo ni nadie de mi familia. Además mi madre no tiene las mismas ideas que mi maestra en esto de las comidas y yo estoy en medio de las dos y no sé cómo va a terminar todo esto. A mi madre le parece fatal mezclar frutas y leche, dice que si probamos a echar zumo de limón en la leche, la leche se corta, así que con esta teoría, ella nunca mezcla las frutas y la leche. La maestra, en cambio, insiste en que un desayuno completo incluye las frutas y la leche. En nuestra casa comemos las frutas fuera de las comidas: antes de sentarnos a comer, como si fuera un aperitivo, mi madre saca un cuenco con mandarinas o con melón o sandía en verano y quien quiere, coge fruta mientras se termina de hacer la comida. Claro que no todos comemos fruta: unos sí (los que les gusta) y otros no (los que no les gusta y como mucho, pican un trocito muy de vez en cuando).

He intentado “cumplir” con lo que ha mandado mi maestra, sobre todo para apuntarlo en mi cuaderno de tareas, en la parte de “hoy he desayunado……”, y me he tomado un buen zumo de naranja y unas tostadas de pan con aceite y azúcar. Lo del zumo ha sido especial porque normalmente tomo leche con colacao y galletas o pan tostado. Pero por complacerle a mi maestra el sábado he tomado, como digo, un zumo y las tostadas. Luego ya no me apetecía nada más, pero me quedaba pendiente el tema de la leche…. ¿qué hago para incluir algo de leche? Y cuando andaba por la cocina, rondando y pensando en cómo hacer para hacer bien mi tarea, mi madre me ha preguntado qué me pasaba y al verme tan agobiado con ese tema, me ha dicho. “Vamos a ver, hasta ahora siempre te he dicho que no hay que mentir. Pero ahora va a haber una excepción porque la maestra se está metiendo en un terreno personal, del que me llevo encargando yo desde que naciste. ¿qué quiere oir ella: que has desayunado leche, fruta y tostadas de pan? ¡Pues apunta lo que quiere oir!. Y yo le he dicho, “pero eso no es verdad, no he tomado eso, tenemos que apuntar lo que comemos el fin de semana”. “¡Pues miéntele! En esta casa nadie desayuna así, tenemos nuestros propios criterios de alimentación¡ y bien que me preocupo yo por el tema!. Mira, yo no me meto con lo que ella os enseña en clase, pues que ella no se meta con lo que comemos o dejamos de comer. Esto de mentir te lo digo como caso extremo. No hay que mentir, pero en este caso tú te estás sintiendo presionado y la maestra, a la que respeto y aprecio, no creas, se está metiendo en un terreno personal donde no puede meterse, así que ahora mismo apunta lo que te dé la gana”. Me ha sorprendido mi madre, “¡vaya, ella siempre defendiendo a las maestras y ahora ¡qué genio… y me dice que apunte lo que la maestra quiere oír… o sea, que le mienta”.

Por la tarde fuimos a hacer unas compras con mi tía y mis primos y como nos entró el hambre nos compraron unos cruasanes para merendar (que conste que mi madre aborrece los cruasanes y la bollería. En esto es bastante pesada con lo saludable y así, siempre me lleva al salir del cole un bocadillo para merendar. Pero el sábado fue especial). Mientras merendábamos mi madre y mi tía se tomaban un café y estaban hablando de mi tarea para el fin de semana. Mi tía lo tenía peor porque no sólo la maestra se metía en terreno personal, sino que las otras madres de clase, las de la apyma (asociación de padres y madres), habían hecho un Decreto que había que cumplir obligatoriamente donde decían lo que los niños podían llevar a almorzar cada día: los lunes lácteos; los martes, fruta; los miércoles, bocadillo; los jueves….. y les oía hablar entre ellas, mi madre y mi tía muy encendidas: “¡en vez de currarse con sus hijos la alimentación, hay familias que pretenden imponer a todos lo que ellas en su casa no consiguen! ¡Hala, por coj..…., (les debía de enfadar mucho este tema porque hasta se les escapó una palabrota) todos a llevar para almorzar lo que dice el Decreto! ¡Anda que si les hicieran a ellas eso mismo en sus trabajos… iba a arder Troya! ¡Como si no hubiera ya bastantes leyes que cumplir!”…

Cuando volví a casa  me costó un poco olvidarme del cruasan, pero finalmente apunté en el cuaderno: “hoy he merendado…. un plátano y un bocadillo de jamón”. En fin, a ver cuándo cambiamos de tema y vamos a otras cosas menos confictivas.

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3 comentarios

  1. JAJAJA! Me meo de risa!

    Estoy de acuerdo con que cada ámbito tiene sus encargados y el de la alimentación es exclusivo de las familias. Es una injerencia del cole que no debería suceder.

    ¿Qué sabe nadie qué es lo que comen o desayunan mis hijos o qué necesitan almorzar?

    ¿Y si su desayuno es únicamente fruta y quiero que almuerce «foie-gras» los lunes, queso el martes, galletas el miércoles, emparedado de jamón y queso el jueves y membrillo con nueces el viernes? ¿Hacemos decretazo también porque me viene bien a mí?

    En fin, que mientras haya borregos, habrá pastores.

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    • A mí lo que me da que pensar es el afán de mandar y mandar. No hay forma de que nos limitemos cada uno a lo que nos concierne…
      Y luego, fíjate en lo que aprenden los niños… ¡Quién diría que de un tema como la alimentación saludable un niño o una niña lo que aprende es…. a MENTIR!
      ¡Gracias por comentar, Cris!

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