Fotografía: http://wordpress.danieltubau.com/el-dios-de-los-tigres/
Texto: Susana Aragón Fernández
Querida Paula, eres jovencita y quizá cuando leas esto te vas a enfadar conmigo. Pero, chica, creo que alguien tiene que decirlo. No lo escucho por ningún lado y no quiero que ni tú ni nadie tenga que sufrir violencia.
Está claro que hombres y mujeres somos o deberíamos ser iguales en cuanto a derechos y deberes. Deberíamos contar con esa igualdad que nos permita desarrollar lo mejor de cada cual en lo que elijamos. Nuestra voz, nuestra formación, nuestras capacidades, nuestra creatividad… debería contar de la misma forma, independientemente de ser un hombre o una mujer. En este sentido la lucha feminista a lo largo de la historia ha dado muchos pasos que nos permiten estar donde hoy estamos. Tenemos que agradecer y reconocer a todas las personas que han hecho y están haciendo avanzar a la sociedad en esta igualdad de derechos y oportunidades.
Pero lo que quería decirte, Paula, y creo que nadie te lo está diciendo, es que hombres y mujeres somos muy diferentes en algunos aspectos, no digo ni mejor ni peor, simplemente diferentes. Y ahí está la gracia… y muchas veces los desentendimientos. Y en algunos casos, los grandes sufrimientos: el dolor, la violencia, la tragedia…
Hay hombres, les podemos llamar “los depredadores”, que pueden disfrutar causando dolor. Que son capaces de vivir su sexualidad con alguien al margen de la vivencia de la otra persona. Los depredadores buscan su satisfacción al momento. Pueden humillar, violar… como llevados por una fuerza bruta que no han aprendido a controlar. A veces viven su sexualidad como si llevaran una bestia dentro. Muchas veces la bestia duerme, pero cuando despierta, no hay quien la pare. No tienen una cara especial, ni colmillos como los de la foto, ni garras, así que a simple vista son difíciles de distinguir. Hay que desarrollar el olfato para percibirlos porque pueden esconderse lo mismo detrás de un aspecto destartalado o una cara con cicatrices, como detrás de un elegante traje o un bello rostro.
Tú has vivido en un entorno en el que no has conocido “depredadores”: los hombres que has tenido cerca han sido tranquilos, civilizados, te han transmitido cariño y confianza y no te puedes imaginar siquiera que puedan ser de otra forma. Han sido la personificación del Amor, te han enseñado que son hombres con fuerza, con sensibilidad, capaces de abrazar, de querer, de reír y de llorar.
Has llegado a creer tanto en la igualdad que has creído que un hombre viene a ser una mujer con otra forma corporal. Crees que un hombre siente como tú, reacciona como tú… Dices que por qué no has de dormir con un amigo en la misma cama, sin más, de la misma manera que lo haces cuando una amiga tuya se queda a dormir un fin de semana. Escúchame: no es lo mismo. El deseo funciona diferente en un hombre y en una mujer. Somos diferentes, no pasa nada, no es mejor ni peor. Está bien que seamos diferentes.
Asómate a la vida y verás que el mundo está rodeado de personas maravillosas, hombres y mujeres. La mayoría son personas en quienes se puede confiar, personas buenas, solidarias, dispuestas a ayudar en el momento en que alguien lo necesita. Gentes capaces de querer, de comprender, de vivir teniendo en cuenta a los demás. Pero no creas, Paula, que todo el mundo es así. No te olvides de que los depredadores existen. No lo olvides y cuídate. No te digo todo esto para que vivas con miedo, sino para que desarrolles la prudencia. Una vez tu primo Ander, a sus cinco años, me decía “todos son buenos”, refiriéndose a todo lo que le rodeaba. Y yo le tenía que advertir “sí, cariño, casi todos son buenos, aunque quedan algunos malos y hay que tener cuidado”.
Paula, fíate de tu instinto, ese que te avisa de que estás en una situación de peligro. Esa alarma interna que te dice “cuidado” con esta persona, “cuidado” con esta situación. Desarrolla tu olfato, ese olfato animal que percibe la amenaza. Escúchate, Paula, y no vivas sólo con la cabeza, no vivas sólo con las ideas que has escuchado tanto “somos iguales”. Porque eso que tanto has escuchado es verdad, somos iguales en cuanto a derechos y obligaciones, pero no en todo somos iguales. No pierdas tu conexión contigo misma. Y mientras los depredadores que quedan por el mundo aprenden autocontrol y se les mete de una vez en la cabeza que “No es no”, fíate de tu instinto y cuídate. Te lo digo con todo mi cariño de tía.
Confiemos en el avance de la civilización y trabajemos para la extinción de los depredadores humanos…..
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Como siempre, has dado en el clavo.
Que sensibilidad!
Que conocimiento de la sociedad y del corazón humano!
Sigue educándonos, Susana, amiga.
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¡Gracias, Rosa! Me abrumas un poco con lo de «sigue educándonos». Más bien lo que quiero es compartir reflexiones, miradas, experiencias… y poner mi granito de arena en ese afán de hacer un mundo mejor. Entre todos lo vamos haciendo. ¡Un gran abrazo!
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Muy cierto, Susana.
Completamente de acuerdo contigo.
Lo aprovecharé para tratar el tema con mi hija. Muchas gracias.
Y a seguir como buenas lobas enseñando a nuestros cachorros el arte de la supervivencia.
Loba, ángel y amiga.
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¡Gracias, Lourdes, loba, ángel y amiga! ¡Ojala este escrito y estos videos sirvan para reflexionar y para avanzar hacia una sociedad más civilizada!
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Así es, los depredadores nos rodean. Por desgracia , las mujeres con el escudo preparado.
Y como madres de chicos, lo primero el respeto a la mujer, lo primero.
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Creo que hemos avanzado mucho,gracias a Dios, y creo que la mayoría de quienes nos rodean son muy buena gente, pero, como decía, los depredadores humanos… haberlos, haylos. Ángela, mil gracias por tu comentario. Un abrazo.
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