Photo by Joseph Gonzalez on Unsplash
Texto: Susana Aragón Fernández
A partir de este curso ya podemos salir a la calle en el rato del recreo. Así está establecido y así lo hemos visto siempre con nuestros ojos infantiles. ¡Con qué admiración y hasta respeto mirábamos a aquellos que podían salir a la calle en el recreo: los grandes del colegio! Ahora somos nosotros los grandes, somos adolescentes y nuestros cuerpos de repente no son los que eran. Parecen haber tomado una poción mágica y haberse expandido pero sin dar tiempo a ejercitar los nuevos poderes. Así que sentimos cierta torpeza, bastante torpeza, lo mismo en el cuerpo que en el alma. Nuestras caras muchas veces están impresentables, con esos horribles granos que nos acomplejan y nos detienen delante del espejo buscando una solución. Cuesta escucharse la propia voz y reconocerla. Cuesta mirarse y reconocerse.
Tenemos además un trabajo costoso: hemos de poner a nuestros padres en su lugar: sí, porque ellos seguirían acompañándonos o tratándonos por siempre como cuando íbamos a la Primaria. Y a algunos padres les cuesta ir dejándonos ejercitar esos nuevos poderes. Tienen miedo de lo que nos pueda pasar, sienten inseguridad, están confundidos y les gustaría seguir abrazándonos y contándonos cuentos por las noches. A veces dan un poco de pena, sobre todo cuando llegamos a ser “bordes” para que lleguen a entender que tienen que cambiar respecto a nosotros. Dan pena y a la vez nosotros sentimos pena porque también queremos abrazarles y que nos cuenten un cuento esta noche.
Luchamos por nuestro espacio y a la vez nos vemos desterrados de todo lo anterior: ese patio donde hemos reído, llorado, discutido, inventado mil y un juegos, ese patio con sus lugares para el escondite, con sus fuentes para los cumpleaños de verano, con sus porterías, con sus bancos… Ganamos la calle, sí, pero a la vez sentimos que decimos adiós a algo muy querido: el sitio de nuestro recreo. Y claro, la sensación es una mezcla de alegría y tristeza.
Al llegar a casa nos preguntan por la novedad de estar en la calle durante el recreo y ésta es la respuesta: “tanta libertad que no sabemos ni qué hacer”.
Photo by James Baldwin on Unsplash
Si te ha gustado lo que has visto, leído o escuchado en esta entrada, si te ha animado a reflexionar sobre algo, si te ha recordado algo de tu vida, si te ha provocado una emoción… o simplemente te ha entretenido, puedes darle a «me gusta» o puedes escribir un comentario que hace mucha ilusión recibir. También puedes invitar a tus amigos, a tus amigas, a tus familiares… a seguir este blog si crees que les puede gustar. ¡Muchas gracias por estar ahí!