
Foto de Greg Rakozy en Unsplash Texto: Susana Aragón Fernández
Cuando pedaleo sin moverme del sitio me da tiempo para observar cómo se escapan briznas de nieve que no acaban de hacerse pomposas por el frío que hace. Las veo envolver el paisaje que tengo delante: el río que atraviesa la ciudad, las huertas que se le arriman y los edificios tan conocidos.
Me da tiempo para pensar en cómo será la temperatura de esos lugares donde las bombas están acabando con la vida y cómo se estarán calentando quienes permanecen en medio de tanta destrucción porque cuando llega el momento de la huida muchos no pueden emprenderla.
Cuando pedaleo intentando dar fuerza y vigor a este cuerpo regalado, escucho un poema de León Felipe que queda chisporroteando en mis oídos. Estos versos se hunden entre los tejidos del alma hasta convertirse en deseo:
“…Ten una voz, mujer,
que pueda
cuando yo esté contando
las estrellas
decirme de tal modo
¿qué cuentas?
Que al volver hacia ti los ojos
crea
que pasé contando
de una estrella
a
otra estrella…”.
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