La abuela se nos va

Concha y Kika 2016 Fuenterrabía

Fotografía y texto: Susana Aragón Fernández

Últimamente los padres han estado muy volcados en visitar a la abuela todo lo que han podido. Cualquier tarde, durante el curso, mientras nosotros estudiábamos o estábamos por casa, ellos nos despedían diciendo que iban a ir a ver a la abuela.

A mi madre esa temporada le dio por hacer algo que nunca le habíamos visto hacer: empezó a hacer punto. Nos contó que creía que no sabía hacer punto hasta una de esas tardes en Burlada. La abuela ha pasado el invierno haciendo bufandas para hijas, nueras, nietas, biznietos… Y debió entrarle txirrinta* de hacer a mi madre también. Lo sorprendente fue que cogió las agujas y empezó a echar los puntos como si fuera algo habitual en ella. Dice que igual de pequeña habría aprendido. También la tía Tere empezó a hacer punto y en Barcelona, lo mismo la tía Feli. Ha sido un invierno de tejer y tejer a la vez de acompañar a la abuela. Acompañar tejiendo. Hoy en un brazo del sofá de casa hay un montón de cuadrados de punto de muchos colores. Algún día quizá lleguen a ser una manta colorida.

Ha llegado el verano y con él todos los momentos de siempre y algunos nuevos. Los de siempre son el chupinazo y los Sanfermines. La comida familiar por mi cumpleaños. La playa de Fuenterrabía/Hondarribia con las cuatro generaciones reunidas en torno a la abuela Concha. El picnic en L´Abadie de Hendaya. La misa en la iglesia de La Marina con el barco colgante y el altar con forma de proa. Días de playa con los amigos en el Mediterráneo. Los cumpleaños de Sofía, Íñigo, Darío, Irene y Jaime. El cumpleaños de la abuela justo antes de las fiestas de Burlada, la Salve de Hilarión Eslava del 14 de agosto… Ensayos con el grupo y los tres conciertos que hemos dado en Burlada, Tafalla y Ororbia.

El verano y las persianas de casa bajadas durante las horas del día de mayor calor. La casa en penumbra y las grandes “camadas”*. Alguna tarde de piscina, alguna tarde de cine, algunas tardes sin saber qué hacer… Ayer decidimos hacer una “pachanga” futbolera entre amigos en los campos que están cerca de Mendillorri, en la zona nueva del Soto Lezkairu. Por la mañana la abuela se había sentido mal y la llevaron al Hospital y los padres fueron a las Urgencias en cuanto terminamos de comer. Jugando al fútbol en pleno verano, parábamos de vez de cuando para echar un trago de agua y yo aprovechaba para mirar el móvil por si había noticias de la abuela.

Sobre las 18 h pregunté por wasap “¿cómo va?” y la respuesta fue “acaban de llevarle a una habitación en planta. Antes estaba en observación. Se va a quedar ingresada. Le ha debido dar un infarto”. Pregunté más: “¿estáis ahí todavía? Y la respuesta: “sí, a ver si estamos un poco con ella ahora que podremos. Por lo visto no le salen bien las palabras…”

Cerca de las 21 h mi madre escribió un mensaje que fue como un rayo que me heló por dentro “La abuela está mal. Se nos va. Estamos en el Hospital en el pabellón E. Ahora habitación 120. Nos van a cambiar a una individual”. Mis amigos se dieron cuenta de que algo pasaba y me acompañaron corriendo a casa. Allí me encontré con mi hermano que estaba muy serio, triste y con aspecto de haber llorado y al verme, los dos lloramos. Él me dijo que no sabía si ir o no al Hospital. Yo le dije que podíamos ir en bici aunque nuestra madre insistía en que no fuéramos en bici sino en la línea 4 de la villavesa* porque se estaba haciendo de noche. Al verme tan decidido a coger la bici y volar al hospital se terminó de decidir y nos lanzamos por las calles de la ciudad.

Subiendo la cuestecita de la plaza de los Fueros a la Vuelta del Castillo a mi hermano se le salió la cadena y pasamos un rato intentando arreglarla hasta que lo conseguimos y seguimos rápidos hasta el Hospital.

La habitación 106. En los pasillos nos encontramos con los primos Fermín y Luis. Entramos todos y justo unos minutos antes la abuela había dejado de respirar. Todos lloraban y los ojos enrojecidos nos miraban y nosotros también llorábamos. Nuestros padres nos abrazaron y había mucho cariño y mucha pena. La abuela no parecía la abuela. Descansaba en la cama con la boca abierta. Le dimos un beso y su piel estaba fría y un tanto húmeda. ¡Qué pena teníamos de no haber llegado a tiempo! Pero nuestros padres nos dijeron que estuviéramos tranquilos, que ya le habían dicho que llegábamos enseguida a darle un beso. Le habían hablado al oído. Le habían acariciado las manos y el cabello mientras ella iba yéndose.

También nos contaron el último vermout con ella en casa el día anterior, domingo. Los padres no solían beber nada, pero justo ese día tomaron con la abuela un moscatel que sacó la tía Laura y unas patatas fritas. Luego la abuela subió las escaleras para ir a su habitación y bajó con nuestra última paga: “Toma, dales a los chicos, que hace tiempo que no les he dado”.

Nunca se nos había muerto alguien tan cercano y hemos estado en el Hospital, en el Tanatorio, en el Cementerio y en el Funeral. Hemos estado muy unidos entre nosotros, con toda la familia y los amigos que nos han acompañado. Cuando íbamos en el coche mi hermano nos recitó un párrafo de Sho Hai, ese rapero que tanto le gusta:

“Vivimos rápido y se nos olvida,

Que si la muerte es misteriosa, más lo es la vida

Nos dice “Adiós” una persona amada y conocida,

Llega con días nuevos, una recién nacida,

Pase lo que pase, será mejor,

Que llegues con algo de amor en tu corazón,

Por si hay una balanza, por si el famoso juicio,

Para la última función, vente con el traje limpio”.

Y Íñigo, con sus cinco años, uno de los Monchitos, hijo de nuestra prima Inés, nos dio una pista para recuperar la sonrisa: “mami, más vale que hay vida en el Cielo y allí se juntará con todos”.

*Camadas: dormir hasta las mil.
*Txirrinta: tener muchas ganas de algo.
*Villavesa: autobús urbano de la Comarca de Pamplona

2016 Fuenterrabía - copia (2)

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