Fotografías: Miguel Zugasti
Texto: Susana Aragón
Julián, del Valle de Guesálaz, vive entre la tierra y el cielo, con una casa en medio para guarecerse por la noche. Sus pies pisan la tierra cada día, la tierra donde planta las hortalizas que le alimentan. Sus manos hacen huecos en esa tierra para plantar cebollas, lechugas, alubias, puerros, patatas… Sus ojos se asoman a los campos viendo las señales de cada estación. De tanto mirar al cielo sus ojos se han hecho sabios y saben cuándo la nube traerá lluvia y de dónde vendrá. Huele la tormenta antes de que llegue, huele la tierra y los arbustos mojados y cuida sus nogales como si fueran sus hijos.
Para Julián todo es un regalo: todo lo que recoge de la huerta, todo lo que le ofrece el campo, el sol, los hijos que crió y los nietos que hasta hace poco jugueteaban a su lado. Cualquier persona con quien se encuentra es un regalo: como un niño con un juguete, él disfruta con la chispa de la conversación. Jesusa, la mujer que, casi siempre callada, le acompañó fue su mejor regalo al que no hace mucho despidió.
Regalos que llegan y regalos que se van. Para él son regalos de Dios, regalos de la Vida. Así lo vive él. Cuando llegan, los recoge con los brazos abiertos y cuando se van los despide con pena pero sin desesperación. “Así es la vida: unos vienen, otros se van”.
Un regalo muy apreciado para Julián es EL AGUA. El agua, que para muchos es algo que se da por supuesto: abrir el grifo y ahí está, “la dejan correr sin cuidado ni especial aprecio”. El agua, elemental, sencilla y grande, se deja caer, gratis de cada nube… Cada gota de agua de lluvia es un tesoro para él y por eso cuida tan bien su alcanduz (bajante de aguas pluviales).
El alcanduz recoge las aguas de lluvia y, para aprovecharlas bien, ha colocado un gran bidón en el extremo final. Así guarda buena parte del agua que terminaría corriendo calle abajo. Cuando llueve mucho el bidón se llena enseguida y se pierde mucha agua. Por eso se las ha ingeniado para colocar unos agujeritos extra por el camino de la cañería con sus respectivos bidones. ¡Esa agua es perfecta para regar las plantas!
¡Qué gran manera de apreciar los regalos!
Publicado en la prensa navarra en agosto de 2017:
http://www.noticiasdenavarra.com/2017/08/31/opinion/el-alcanduz-de-julian-o-los-regalos-de-la-vida
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Gracias por recordarnos la sencillez y creatividad de las personas ligadas a la tierra y a la naturaleza. ¡Cuántos «regalos» nos ofrece la vida si sabemos mirar!
Esta entrada me ha hecho recordar una experiencia que tuve en Bolivia en el altiplano donde el agua era un bien escaso. También utilizábamos el sistema de bidones, y el agua y la lluvia eran una fiesta.
Ojalá aprendamos de esta sencillez, y sobre todo a valorar todo lo que tenemos.
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Gracias por compartir esa experiencia en el altiplano de Bolivia. ¡El agua y la lluvia eran una fiesta!, dices. ¡qué alegría transmites!. Muchas gracias por comentar y compartir. Un abrazo, Angelines.
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¡Qué manera más poética de imortalizar las memorias de
ese ser querido que siempre se lleva guardadito en el corazón!
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¡Gracias por tu comentario, Esperanza! Muy amable. Un abrazo
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