Se despereza un nuevo año con el Sol asomando entre las nubes y queriendo calentar a todos los que ve aferrarse a sus abrigos, abrazándose a sí mismos al caminar para evitar cualquier rendija por la que se cuele el viento. La Tierra le ha dicho que está extrañada de un repentino silencio al terminar el año. No ha notado esas alegrías de los pies retumbando en su piel bailando en la despedida del viejo año. No ha escuchado las voces que cantan, se saludan, se llaman, se ríen. El Sol comenta que algo les debe pasar.

– “Sí, están menos ruidosos, como más apaciguados, no sé, resulta muy extraño”, dice la Tierra.

– “Quizá algo bueno vaya a brotar”, dice el Sol, “como después de un largo letargo, la vida brota por todos los lados, en los campos yermos, en los páramos olvidados, en donde ya no se espera, la vida explota llenándolo todo”.

– ¡Quizá sea algo así!.

– ¡Ojalá sea algo así!

Entretanto, las pequeñas gentes se lanzan a los montes,

recorren los caminos,

pasean,

a veces cansadas,

a veces esperanzadas.

Con barro en los pies comienzan el nuevo año.

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