¿Quién cambia hoy todos los pañales?

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Photo by Jessica To’oto’o on Unsplash

Texto: Susana Aragón Fernández

Finalmente este 8 de marzo he hecho huelga. Las semanas anteriores estaba convencida de que no me uniría a esta convocatoria SÓLO para mujeres. Pero le he dado una y mil vueltas. No me gustan las cosas que son SÓLO para hombres o las que son SÓLO para mujeres. Así, en general. Eso no quita para que muchas veces haga planes con amigas y sólo amigas. Pero cuando me encuentro con cualquier situación que es SÓLO para mujeres (comida de mujeres, baile de mujeres…) o SÓLO para hombres (antes las peñas, ahora muchas sociedades gastronómicas)… ya no me interesa. Así, de inicio, ni me planteo nada, es como si no fuera conmigo.

Me recuerda una vivencia que tuve de muy pequeña, con el grupo scout al que pertenecía. Estábamos pasando el fin de semana en un pueblo, en una casa muy básica donde no había casi de nada, pero que  nos servía como campamento base para nuestros juegos y excursiones por la montaña. En una de estas excursiones nos alcanzó una gran tormenta y fue tal que tuvieron que pedir ayuda y venir a rescatarnos con coches. Como no cabíamos todos en los coches, una parte del grupo terminó la excursión en los coches y otra parte seguimos por la montaña a pesar de la lluvia. Cuando el grupo estaba disminuido tras el rescate y avanzábamos entre el musgo, el barro y la tierra mojada, uno de los compañeros me preguntó “¿cómo es que no te has ido en los coches como las demás chicas?” y esta pregunta me abrió los ojos. Ni me había enterado de que la cuestión era de chicas y chicos. Yo me había sentido totalmente libre para hacer lo que me apetecía, que era seguir la excursión y seguir disfrutando de la naturaleza. Pero con esa pregunta me sentía en el compromiso de justificar, justificarme… cómo no había hecho como las demás chicas… Ni siquiera me había dado cuenta de quiénes habían decidido meterse en los coches… “¡Qué apuro, qué le puedo contestar…!” Ahora, de adulta, ya no sería ningún apuro, claro, pero entonces me sentí con una mezcla de vergüenza por no saber qué decir y de lucha entre lo que parecía esperarse de mí (refugiarme en alguno de los coches) y lo que era mi deseo (seguir la aventura). Tenía muy claro mi deseo y lo hice realidad. Quizá porque la pregunta comprometedora vino después de haber tomado mi decisión. Si la convención social hubiera sido previa a la decisión quizá hubiera renunciado a mi deseo. Quién sabe. Eso lo pienso ahora.

Hoy, a pesar de la convocatoria SÓLO PARA MUJERES, a pesar de las patadas a la gramática y la pesadilla del corsé que aprieta al lenguaje, me uno a la huelga por todas las que han luchado y luchan para que hoy pueda estar donde hoy estoy. Para agradecer todos los esfuerzos de las mujeres que me han precedido y que han hecho posible el acceso al estudio, el voto femenino, el gran avance en la igualdad de derechos, las excedencias por maternidad o paternidad, las reducciones de las jornadas, el reparto de las tareas domésticas. Hago huelga por todas las mujeres que sufren, por todas las mujeres que son tratadas como mercancía, por todas las mujeres que son raptadas, violadas, insultadas.

Queda mucho trabajo por hacer: el reconocimiento de los CUIDADOS a las personas: trabajos escondidos, trabajos ingratos muchas veces, trabajos no reconocidos, no valorados, trabajos gratuitos… Queda pendiente la incorporación de los hombres a estos cuidados donde las mujeres somos grandes especialistas.

Hoy me pregunto, en esta huelga convocada también a nivel internacional, quién va a cambiar todos los pañales de todos los bebés, de todas las personas mayores y discapacitadas que lo necesitan. ¿Quién cambiará hoy todos los pañales?

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Photo by Els Fattah on Unsplash

Publicado en prensa en marzo de 2018: http://www.noticiasdenavarra.com/2018/03/14/opinion/cartas-al-director/quien-cambiara-hoy-los-panales

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2 comentarios

  1. YO PARO

    Porque se lo debo a Clara Campoamor, que se enfrentó a sus compañeros de partido por defender mi derecho al voto y vio como su carrera política hacía aguas para que yo pudiera votar. Gracias, Clara. Yo no pongo en juego mi carrera, pero quiero seguir luchando como tú.

    Porque se lo debo a mi madre, que dejó de estudiar para ayudar en su casa porque, total, ella se casaría y encontraría un hombre que la mantuviera a ella y a sus hijos, no necesitaba tener estudios; pero se encargó de que yo tuviera la oportunidad que ella no tuvo. Gracias, mamá.

    Porque se lo debo a las feministas que lucharon para que en 1961 se aprobara la Ley de Derechos Políticos Profesionales y Laborales de la Mujer. Gracias, compañeras.

    Porque se lo debo a las 146 mujeres que murieron calcinadas en una fábrica textil de Nueva York mientras luchaban por mis derechos laborales. Ojalá no tuviera que daros las gracias.

    Porque se lo debo a las feministas que consiguieron en 1981 (yo ya había nacido) que las mujeres dejáramos de necesitar el permiso de nuestro padre o marido para poder trabajar, abrir una cuenta en el banco o sacarnos el carnet de conducir (entre otras tantas cosas). Gracias a vosotras yo hoy trabajo, tengo una cuenta en el banco y conduzco, sin permiso de ningún hombre.

    Porque se lo debo a Olympe de Gouges, que escribió la Declaración de derechos de la mujer y la ciudadana para exigir que los derechos logrados con la Revolución Francesa se hicieran extensibles a las mujeres; y murió en la guillotina por ello. Gracias, Olympe. Yo no voy a jugarme la vida, pero quiero honrar tu lucha.

    Porque se lo debo a las feministas que secundaron la huelga de 1975 en Islandia con la idea de demostrar que si las mujeres no acudían a trabajar, no cuidaban a sus hijos y no hacían tareas domésticas el país no podía funcionar. Se calcula que hasta el 90% de las mujeres islandesas secundó la huelga. Cinco años después, en 1980, Vigdis Finnbogadóttir, una de las manifestantes, se convirtió en la primera jefa de estado del mundo elegida democráticamente. Gracias compañeras, por demostrar que la lucha sí sirve, siempre sirve.

    Porque se lo debo a todas ellas, el 8 de marzo, yo paro. La pérdida de una pequeña parte de mi sueldo es poca cosa comparado con lo que muchas de vosotras entregasteis para regalarme los derechos que hoy gozo. Pero permitidme que, a pesar de lo importante de vuestra lucha, yo le dedique la mía a otras mujeres.

    Porque el 8 de marzo yo paro porque se lo debo, sobre todo, a mi hija y a las hijas de todas las mujeres del mundo. Porque espero que algún día, dentro de unos años, nuestras hijas escriban artículos agradeciendo que las mujeres de hoy conseguimos que ellas cobraran lo mismo que los hombres, que tuvieran acceso a puestos de responsabilidad sin condicionamientos relacionados con su vida familiar, que la violencia machista dejara de matar a miles de mujeres en el mundo… y que les parezca mentira que todo esto sucediera cuando ellas eran pequeñas.

    Perdóname, hija, si mereces un mundo mejor que el que te verá crecer. Pero si no sirve de nada, incluso entonces, servirá para enseñarte desde el ejemplo que ante la injusticia siempre, siempre, merece la pena luchar.

    Silvia Guijarro.
    Madre, maestra y mujer.

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