Querida familia política

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Texto: Susana Aragón Fernández

Queridos todos: esta vez voy a recurrir a la carta tradicional para dirigirme a vosotros. Las últimas experiencias de las conversaciones por wasap, en el grupo familiar, son terribles. Ahí todo es tan breve, directo, sin tono… que muchas veces todo lo que sucede es terrorífico: lleno de malos entendidos, ofensas, cosas dadas por supuestas, comentarios quizá hechos sin mala voluntad pero que han dejado un rastro de heridas…

Por eso recurro a la carta, porque aquí puedo explicarme con todos los matices y sin entrar en rápidas opiniones enfrentadas. Me permite también reflexionar antes de escribir y profundizar en lo que os quiero decir.

Cuando leáis esta carta quiero que la escuchéis, la penséis, os pido, por favor, que la leáis sin tener prisa en contestar, o en rebatir y mucho menos prisa en entrar en discusiones. Ahora lo de menos es demostrar quién tiene razón. Creo que no tenemos tiempo que perder y por eso me urge hablaros.

Ya sabéis que Eduardo está muy mal, que lleva años enfermo, con esa enfermedad tan rara que ni los médicos saben bien cómo tratar. Hemos consultado con muchos especialistas, dentro de la medicina tradicional y en las distintas medicinas alternativas que hemos conocido. Incluso hemos consultado internacionalmente. Pero no acaban de saber cómo tratarlo.

Últimamente tiene tantos dolores que apenas se levanta de la cama. Ha perdido el apetito y la vida que lleva es puro sufrimiento. Ve que nuestra hija, Alba, ya pronto cumplirá 6 años y a su dolor físico se une el dolor de ver que no está siendo ese padre que quería ser para ella: ese padre que saliera con la niña a pasear en bicicleta o a patinar, ese padre que jugara con ella, que la acompañara al parque o a pasear, que le enseñara tantas cosas en esa convivencia que imaginaba. En vez de esa vida soñada se encuentra con una enfermedad que le limita la vida cada día más.

Tiene otro dolor añadido a todo esto: es el dolor de sentiros tan lejos. El dolor que echa en falta vuestra presencia, vuestra comprensión, vuestro cariño y vuestra compañía. El dolor de no saber hacia dónde avanza, la incertidumbre de sentir que está en las últimas pero sin saberlo a ciencia cierta.

Perdonad si hemos sido torpes en nuestra relación con vosotros. Perdonad si he sido torpe, si no os he conseguido transmitir con la claridad suficiente cómo están las cosas por aquí, cómo ha ido manifestándose la enfermedad de Eduardo. Perdonad si no hemos cumplido vuestras expectativas, como las veces que no hemos acudido a comidas familiares y demás. Perdonad los cumpleaños de Alba que no hemos celebrado.

Os pido, por favor, que dejemos atrás todos los disgustos, los malentendidos y los dolores que podamos tener. No sabemos en qué momento de su enfermedad está Eduardo. Nadie nos lo aclara. Sólo sé que la vida que está haciendo está llena de dolor. Y, como os digo, a los dolores físicos se suman los dolores del alma: especialmente el no teneros cerca como el apoyo que podéis ser. Sois sus padres, sus hermanos… y os necesita. Estoy segura de que vuestro apoyo puede curar tanto o más que la mejor medicina. Por eso os estoy escribiendo: porque Eduardo os necesita. Yo os necesito… y también Alba, que a sus pocos años debe vivir intentando comprender por qué no puede contar con su padre para tantas cosas que a ella le gustaría.

No sabemos si puede morir en unos días o puede recuperarse. Si ha de morir, me gustaría que pudiera hacerlo en la paz de teneros cerca, entre vuestra comprensión y vuestro cariño. También creo que para vosotros y para mí puede ser bueno este acercamiento: saltar la brecha que se ha ido creando y dejar atrás todo lo que nos ha ido separando. Si llega el momento de tener que despedirnos de él, que despidamos yo a un marido al que he querido con toda mi alma y vosotros a vuestro hijo o a vuestro hermano desde el amor más que desde el frío y la distancia. Si ha de recuperarse y vivir durante muchos años y hemos conseguido la reconciliación, agradeceré a la enfermedad el que haya hecho posible recuperar los lazos de cariño que durante mucho tiempo existieron.

Ojalá podamos contar con vosotros, con vuestra compañía, con vuestra comprensión y apoyo. Con esa esperanza me despido de vosotros. Nuestra casa tiene las puertas abiertas para vosotros y nuestros brazos también están abiertos.

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